¿Cuántas veces
habremos deseado que nuestra vida fuera como un cuento?
Tan sencilla,
tan bonita, tan mágica, tan fácil… Sí, es verdad, cualquier persona lo ha
pensado al menos una vez en su vida. ¿Por qué no podrá ser como un cuento?
Bien, tal vez sería mejor si fuera como un cuento, pero tal vez no. ¿No sería
mejor hacer tu propio cuento a base de lo que te va pasando? Las cosas se
pueden complicar, pueden ir bien, pueden ir mal, pueden ser graciosas,
aburridas, despreciables, bonitas, inaguantables, te pueden hacer sufrir… Pero,
después de todo, ¡son parte de TU cuento!
¿Quién dijo que en los cuentos no
había partes tristes? Qué pasa, que Blancanieves no se envenenó comiéndose la
manzana? Que Cenicienta no fue infeliz en aquella casa maltratada por su
madrastra y sus hermanastras? Que Aladín no era desgraciado antes de encontrar
la lámpara? Sí, hay momentos difíciles y duros, también en los cuentos; pero
después siempre llega otro momento, un momento mejor, el momento en que se les
aparece algo que les saca de sus lamentaciones. Llega la felicidad. A Blancanieves la salvan sus 7 queridos
enanos, Cenicienta acaba siendo rescatada por sus ratones de la habitación donde la encierran
para que no pueda ir al baile y finalmente conoce al amor de su
vida, Aladín conoce a Jasmine y encuentra la lámpara, pero sabe que sólo el
hecho de haberla conocido ya lo ha cambiado todo.
Si algo te ha salido mal,
¡tranquilo! Siempre encontrarás algo que te devolverá la felicidad reprimida
dentro de ti, algo que con sólo pensarlo te haga sonreír, algo que te quite el
miedo a la soledad, algo que te cambie la vida… Algo tan grande como un
sentimiento. Sí, ése sentimiento, esas mariposas, de nuevo volando felices, con
un nuevo sueño. Esa felicidad que todos hemos sentido alguna vez por culpa de
un pequeño gesto, eso que nos hace ser tan estúpidos pero tan felices a la vez.
Sí, eso.
(Después de la tormenta siempre llega la calma. Derríbala. PD: London 2010)
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